Descubrimos de manos del artista contemporáneo Pedro Mora un lugar único e inspirador,un lugar camuflado hoy entre las nubes grises que se arremolinan sobre el valle donde se asienta esta hermosa casa para el descanso a modo de moderno ryokan.
Pedro nos abre sus puertas y nos recibe enérgico e impaciente por el encuentro. Ante nosotros un gran jardín empedrado en ligera pendiente que da forma a las dos corpulentas antiguas construcciones de lo que fue en los años treinta la fábrica de jabones. Dos isletas de hierba de mediano tamaño acentuadas por algunos arboles que en esta época del año amarillean hasta el rojo profundo,un imponente olivo centenario y la gran roca simbólica en el centro que con una pequeña placa de plata nos describe su procedencia “Roca de desprendimiento y desmoronamiento de la ladera sur 1961” Nos explica Pedro que tras el desplome de parte de la ladera del monte que vemos frente a nosotros este peñasco de unas dos toneladas rodó hasta quedar varado donde hoy se encuentra,en el centro de este jardín. Atravesándolo nos encontramos con el edificio del antiguo almacén cubierto por las trepadoras a modo de animal verde camuflado.
Al traspasar sus muros nos recorre una sensación única,no hay nada impersonal o corporativo en lo que vemos y todo hasta el mas pequeño rincón parece tener la cabeza y las manos de Pedro.
Recordando el libro de Leonard Koren; Wabi Sabi no puedo mas que que imaginarme algo como esto,la belleza de las cosas y una arquitectura fenomenológica.
Salvar de la extinción un universo de belleza significa mantener viva una frágil ideología estética en todas las formas de expresión posibles.
Pedro y este lugar parecen recordarnos esa belleza idealista o quizá una belleza anti-estética y CASAICON conserva esa definición de la esencia de las cosas expresado en este lugar.
Gracias Pedro por desvelarnos este rincón secreto.